Patricio Masa Hirsch
Hola, soy Patricio Hernán Masa (Pato Masa Hirsch), veterano de la CAV 2007.
La versión oficial cuenta que un día estaba trabajando en una oficina y sonó el teléfono. Estaba terminando de estudiar Turismo en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco y me convocaban al proyecto de difusión del Año Polar Internacional 2007-2008, donde tenía que permanecer una campaña de verano en la Basé Cámara, en Isla Medialuna, Shetland del Sur, Antártida Argentina.
Qué fue el Año Polar Internacional?
El Año Polar Internacional fue la campaña mundial más grande de la historia de investigaciones y observaciones polares, organizada y coordinada en forma conjunta por el Consejo Internacional de Ciencia (ICSU) y la Organización Meteorológica Mundial (WMO), organizaciones que nuclean a la mayoría de los países del mundo.
Investigadores de más de sesenta países, entre ellos argentinos, trabajaron simultánea y mancomunadamente con el objeto de profundizar los conocimientos sobre los polos, dada la íntima influencia que estas regiones tienen sobre el clima, el medio ambiente y la vida en el planeta.
Los complejos fenómenos atmosféricos, físicos y biológicos que se producen en el continente y en el océano antártico, tienen una íntima y determinante influencia sobre el clima y el medio ambiente de todo el planeta.
Conocer en profundidad la vinculación e interacción de los polos con los fenómenos climáticos globales, permitirá alertar con más precisión sobre conductas ambientales humanas que puedan tener influencia significativa, o prevenir con tiempo suficiente contingencias naturales a consecuencia de los procesos en progreso.
Y son tan preocupantes estos fenómenos, que la comunidad científica mundial planteó con mucho énfasis la necesidad de hacer una fuerte difusión global, por lo que ahí estábamos: en un acuerdo entre el Ministerio de Turismo de la Nación, la Dirección Nacional del Antártico, con el Instituto Fueguino de Turismo y la Universidad, informando al turismo internacional sobre el VI Año Polar Internacional.
Ahora quiero contarles cómo es un día, para un civil, en Base Cámara (temporaria, en verano) trabajando como divulgador, junto a mi colega Juan Arroyo.
La logística de la base está a cargo de la Armada Argentina, con lo cual la dotación constaba de 14 personas entre militares y civiles. Un variopinto grupo de mayoría sub-40.
Se arrancaba temprano acompañando la diana del personal. Durante el día, recibíamos a los zodiacs con cruceristas de expedición que pasaban por Isla Medialuna. A veces, de a 3 barcos, y otras ninguno.
La escasez de agua fue una de las cosas que más me marcó en esta experiencia.
Cuando se fundó la base en los 60 's existía una laguna en las cercanías que con el paso del tiempo sufrió evaporación y absorción por efecto del calentamiento global.
Nuestra fuente de abastecimiento era una lengua de nieve en el Cerro La Morenita (atrás de la base) y de recolectar hielo de mar y nieve tras alguna tormenta.
Claramente, el racionamiento fue clave y hubo momentos en los que una ducha eran segundos contados y podían espaciarse por días
Una vez dije que los espíritus de Sobral o el de Schackleton están muy presentes en el lugar y las ganas de explorarlo nunca faltan, con el grupo o en solitario. En una isla de 2km cuadrados no se puede ir muy lejos pero a cada giro de la vista el paisaje no deja de sorprender con montañas, desprendimientos, huesos, restos de balleneros, focas, pingüinos, ballenas y skúas, blanco, azul, celeste y blanco otra vez.
Y nunca faltó la oportunidad para que el grupo disfrute, sea en partidas de ping pong, TEG y charlas, y por qué no, un pedacito de tradición degustando un rico asadito, respetando los protocolos antárticos respecto al manejo del fuego (cocinando en chapas, tambores y chulengos).
Siempre que se nombra a la Antártida es ineludible pensar en la magnificencia de la naturaleza. No hubo día en el que como humano me haya sentido superior al resto, creo que entendí el lugar que ocupo en el mundo.
Hubo pocas noches y allí pensaba mucho en la vida automática de la civilización ignorando las pequeñas cosas, tratando de resolver marañas de problemas, casi siempre ajenos y muchos superfluos.
Fueron unos tres meses cargados de anécdotas de un grupo variopinto.
Siempre con felicidad y asombro pleno.
Pocas veces sentí tanto orgullo de ser parte de algo.
No hay día en que no piense en la Antártida.
Un amor salvaje y cautivante, de esos que te dejan una marca de por vida.