Juan Martín Arroyo
Participar de la apertura y el cierre de una base antártica en el contexto de una Campaña Antártica de Verano era una situación que nunca me hubiese imaginado que sucediera pero sucedió, fue en el verano del año 2007.
Mi nombre es Juan Martín Arroyo y, como estudiante de Turismo en Ushuaia, uno siempre tiene el sueño de conocer el Continente Blanco, lo que no me imaginé fue de la manera que lo hice y todo lo que sucedió.
A fines de 2006, la Secretaría de Turismo de la Nación propone a la Dirección Nacional del Antártico habilitar un punto de Informes en la Antártida con el objeto de concientizar a los visitantes del "continente blanco" sobre la crucial importancia de la investigaciones que iniciarían más de 60 países en forma conjunta y coordinada en el Año Polar Internacional 2007-2008. A tal fin, proponen el Instituto Fueguino de Turismo y a la Universidad Nacional de la Patagonia (Hoy Universidad Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur) destinar a dos estudiantes avanzados de la carrera de Turismo para tal fin.
Pocos días después de iniciado el año 2007, estábamos con mi compañero de viaje, Patricio Masa, rumbo a Río Gallegos para abordar el Hércules C-130 de la Fuerza Aérea que nos depositaría en la Base Marambio.
Con este viaje arrancaba una cantidad de vivencias, experiencias y situaciones que me acompañan al día de hoy en el recuerdo y la manera de pensar muchas cosas porque la Antártida te “cambia la cabeza”.
Desde Río Gallegos partimos en avión Hércules hacia Marambio, y desde Marambio volamos en helicóptero al Rompehielos Almirante Irizar, que estaba haciendo el abastecimiento de distintas bases.
Nuestro destino era la base Cámara, pero antes el rompehielos debía abastecer otras bases, así que de esa manera pudimos conocer otras bases antárticas argentinas y hablar mucho sobre la Antártida a bordo del Irizar.
Una de estas situaciones fue tomar conciencia de toda la logística antártica que aplica nuestro país para mantener activas las bases permanentes y hacer funcionar las bases temporarias en verano, y viendo ese esfuerzo se genera un sentimiento de pertenencia y responsabilidad muy importante.
Llegó el día que debíamos desembarcar en Base Cámara y realizar la apertura de la Base, de esa manera empezamos a conocer más de la vida en la Antártida, la logística, la organización, la normativa, el clima y otros aspectos más.
La Base Cámara está administrada por la Armada Argentina y la dotación de la base era de catorce personas incluyéndonos a nosotros. Tiene una casa principal, una casa de emergencia, un depósito muy grande y un cuarto de generadores.
En esa campaña antártica no había científicos porque una de las tareas era refaccionar algunos sectores de la base para que siga habiendo investigaciones científicas los años siguientes en la Isla Medialuna, como ya había habido años anteriores.
Todas las actividades de la base antártica eran coordinadas por el jefe de base y había horarios para realizar tareas y también para esparcimiento, nosotros realizábamos las tareas relacionadas con el Año Polar Internacional con los turistas cuando había turistas, pero cuando no había cruceros estábamos a disposición del jefe de base para realizar tareas de inventario de víveres, lavado de ropa, maniobra de agua, entre otras tareas.
Se eligió Base Cámara para nuestra tarea porque está ubicada en una Isla (Isla Medialuna) que tiene una colonia de pingüinos barbijo, y por esta razón es visitada por los turistas que van en cruceros antárticos.
Fueron tres meses de vivir excelentes experiencias todos los días, de convivir en grupo, recorrer la isla, recibir cruceros y compartir con turistas de todas las nacionalidades información muy valiosa sobre las maravillas de la Antártida y acerca de las investigaciones internacionales que pronto comenzarían para entender la influencia de los polos sobre la vida futura en el planeta.
Y a fines de marzo llegó el día de cerrar la base y embarcar nuevamente al rompehielos para volver a Ushuaia.
Ya pasaron más de 15 años de aquella fantástica experiencia que fue la de vivir un verano antártico. Un recuerdo imborrable.