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Gato Curuchet
Gato Curuchet

Un sueño grande

Cumpliendo lo que se dice “un sueño grande”, junto a los queridos amigos y navegantes Jorge Trabuchi, Carlos Vairo y otros que componíamos la tripulación, en enero de 1994 nos lanzamos a una osada aventura: navegar a la Antártida en velero.

Alistado el Callas propiedad de Jorge Trabuchi, con todo listo para zarpar y con la presencia de familiares,  amigos, autoridades del gobierno provincial, de Prefectura y del Área Naval Austral para la despedida, pusimos rumbo al este, escoltados en la salida de Ushuaia por unidades de la Armada y de Prefectura.

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La navegación por el Canal Beagle fue relativamente apacible, pero a poco de virar al sur, rumbo al continente blanco, comenzamos a comprobar en carne propia los relatos que nos llegan desde los antiguos navegantes sobre el temible "Mar de Hoces", como realmente se debería llamar en honor a su descubridor lo que se conoce como Pasaje de Drake… Pero allá íbamos, con el ímpetu y la osadía de la juventud!

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El Drake

Puedo asegurar que una cosa es el cruce del afamado y temperamental Pasaje en un robusto Rompehielos, en un seguro y suntuoso crucero turístico o en un buque con estructura polar y toda la tecnología… y otra cosa muy diferente es hacerlo en una pequeña embarcación a vela, que resulta literalmente una frágil cáscara de nuez desafiando a uno de los más temidos pasajes oceánicos del mundo, con oleajes que realmente meten miedo.

Al decir de Carlitos Vairo, es el momento que uno se pregunta “¿Qué hago acá y porqué razón me metí en esto…?

El Drake nos pasó factura prácticamente a todos…

Encallados en la base china Gran Muralla

Ya en aguas antártica y en inmediaciones de la base Gran Muralla de China tuvimos la mala fortuna de torcer el eje de la hélice.  Un serio problema en uno de los lugares más remotos del mundo, donde la proveeduría más cercana estaba a más de 600 millas náuticas.

Y en tales condiciones no podíamos proseguir.

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Con un equipo improvisado me metí al agua y con no poca dificultad logré sacar la pieza, que intentamos enderezar en un barco ruso. Pero no hubo caso.

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Por suerte en Ushuaia estaba el Bremen, un crucero turístico presto a partir a la Antártida por lo que, gracias a rápidas gestiones, la excelente predisposición de la empresa naviera y a la fundamental cooperación del querido y recordado Don Vicente Padín, un gran navegante y dueño de una tradicional ferretería de Ushuaia que nos consiguió el repuesto, en unos días logramos tenerlo con nosotros para proceder a su colocación

 

Con el repuesto armado, nuevamente metí al agua para colocarlo, lo que una vez reparado el problema nos permitió seguir adelante con el itinerario previsto.

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En total estuvimos unos cuantos días en el muelle de la base sin poder movernos y para arreglarlo tuvimos que vararlo.  Por tal razón, una vez reparado el problema se presentó porque no teníamos buenas mareas para zafarlo de la varadura, lo que nos obligó a inclinarlo bastante. Pero con empeño y mucho trabajo de toda la tripulación logramos zafar.

El único inconveniente fue que el caño de escape quedó con una pequeña pérdida que producía un molesto olor motor cada vez que se encendía el motor, pero nada que pusiera en peligro la navegación ni a nosotros.

Tengo que resaltar la gran cooperación y cordialidad del personal de la base china, que resultó fundamental no sólo para reparar y armar lo necesario, sino por la contención que nos brindaron en un momento difícil

 

Ese fue la vivencia más difícil que tuvimos, pero el resto maravilloso.

Visitamos varias bases y en la entonces denominada Jubany, hoy Carlini, participamos en la búsqueda de un gomón que se había quedado sin motor, pero por suerte salió todo bien y no hubo que lamentar ningún incidente.

 

El regreso fue más tranquilo y sólo queda el recuerdo de la gran camaradería entre los miembros de la tripulación, la buena onda y cooperación del personal todas las bases que visitamos y una experiencia absolutamente inolvidable que nos permitió la expedición Callas.

Y sin dudas, el recuerdo más entrañable del arribo a Ushuaia... no hacen falta las palabras

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Galería de Imágenes

Salvo las dos personales, el resto de las imágenes corresponden a la colección de Carlos Vairo

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