Daniel Leguizamón
El silencio
Un silencio que aturde…
Siempre cuento que de tantas sensaciones vividas, esta fue tal vez una de las más impactantes que me quedan de mi primera estadía en la Antártida…
Me pasó en una mini expedición a Bahía Fósiles en el sector sudeste de la isla en la que se emplaza la base Marambio, en un día glorioso, soleado, sin la más mínima gota de viento.
Ya lejos de la instalaciones y de la no tan estricta atmósfera castrense que se vive en la base (estaba ahí como soldadito voluntario, cumpliendo mi servicio militar obligatorio en el Escuadrón Helicópteros de la VII Brigada Aérea de Morón) la emoción y el asombro a cada paso sin duda puedo definirlas entre las sensaciones más impactantes de esa primera experiencia en el "continente blanco".
Al llegar al borde sur de la meseta, donde se podía ver lo que puede catalogarse como “un paisaje majestuoso”, hicimos un alto para descansar y comer algo.
Sin peligro alguno, ni en el terreno ni en lo climático, el grupo se dispersó un poco y yo me quedé sentado en una roca para observar con tranquilidad y detenimiento tanta belleza
Y ahí se produjo ese gran e inolvidable momento que comparto…
La ausencia total de sonidos externos por unos minutos fue algo hasta escalofriante. Sólo podía oír mi respiración, los latidos de mi corazón, el sonido que produce el roce de la rústica indumentaria antártica en algún movimiento y hasta el fluir de la sangre. Nada más… un silencio espectral.
Creo que nadie tiene sus oídos acostumbrados al silencio prácticamente absoluto y quienes lo han experimentado, seguramente coincidirán que es una sensación de vacío estremecedor, raro, desconocido. Y como todo lo desconocido, en principio resulta inquietante.
Luego de un largo rato, el aleteo de un pájaro a lo lejos y luego alguna risa o diálogo entre el grupo rompió ese momento mágico.
Impresiones de esa primera incursión en la Antártida
Otra de las cosas que me impactaron fue esa sensación de estar totalmente alejado y desguarecido de los confortables algodones de la civilización. Más que estar en una base antártica, me parecía estar en otra galaxia, a años luz de nuestra civilización.
Y no quiero ni pensar lo que habrán experimentado entonces los verdaderos pioneros y exploradores…
Hasta las muy esporádicas comunicaciones que se nos permitían, las cuales se realizaban a través de Radio Pacheco, distorsionaban las voces de nuestros familiares al punto de ser imposible reconocerlos. Los rudimentarios sistemas de comunicación en ese entonces obviamente no tienen nada que ver con la actualidad, que hasta tienen Internet… y hacían sentir a uno que estaba fuera de este mundo.
En la Antártida hay reglas básicas a cumplir: nunca se puede salir sólo de la base y sin equipo de supervivencia. El clima es exageradamente temperamental y puede variar en cualquier momento para pasar de una apacible calma a los más feroces temporales. O el fenómeno llamado "blanqueo", que suele desorientar hasta los más experimentados.
Ejemplo: los del Escuadrón Helicópteros dormíamos en una casa alejada de la instalación principal, donde estaba el comedor, las duchas (*) y la sala de estar, donde había una "video casetera"! algo revolucionario para esa época (En la foto más a bajo, donde estoy tocando la guitarra se puede ver!)
Es así que en días de fuertes temporales de nieve, en las que literalmente no se veía nada, para ir a desayunar, almorzar, cenar o lo que sea, teníamos que salir atados con sogas, caminar apuntando a la casa principal y los que se topaban con el edificio, tiraban de la soga para guiar a los demás.
No fueron muchas veces durante esa campaña de verano, pero en grandes nevadas, al salir de nuestro alojamiento debíamos cavar en la pared de nieve que se había acumulado en la puerta, orientada siempre de espaldas al viento predominante.
Datos "de color": Obviamente no había agua corriente, así que para "hacer agua" como se le decía en la jerga, teníamos que salir a cortar packs de nieve, cargarlos en un carretón, llevarlos a la base y derretirlos en "la chancha" que era un gran recipiente con un calentador debajo. Cada carretón daba apenas unos pocos litros de agua, así que el vital liquido elemento era un bien escaso, por lo que sólo se nos permitía duchar una vez por semana y no más de 5 minutos.
Por otro lado, para satisfacer la necesidad fisiológica N° 2... teníamos dos opciones: Una bolsita, que poníamos en un símil inodoro, la que luego depositábamos en un recipiente adaptado (tambor de combustible sin la tapa superior) O... un sistema termo-mecánico, que incineraba lo sólido pero en el que NO podías satisfacer la necesidad fisiológica N°1 a riesgo de recibir una descarga eléctrica... Sólo una vez lo usé y comprobé que el mejor método era la bolsita...
La tarea con más adrenalina
Sin duda una de las tareas más “adrenalínicas” fue la de enganchar y desenganchar los palets de pista y los chinguillos (redes para cargar distintos elementos) que traían o llevaban los helicópteros desde el rompehielos a la base y viceversa.
La maniobra no sé si era peligrosa, pero “sugestiva” no cabe la menor duda: El helicóptero bajaba sobre mi cabeza (literal) y se debía mantener “estacionario” a una altura que me permitiera enganchar o desenganchar la red con tambores de combustible, pallets de pista de aluminio que se le había comprado a Malvinas, provisiones, etc… Y el piloto era guiado por un suboficial que le iba indicando con los brazos si debía bajar o ascender… Esos segundos que la bestia se venía encima juro que la adrenalina y la excitación corrían como cerveza en el día San Patricio…
Pero por nada del mundo me quería perder una sola operación!
La tarea más complicada
Si dudas la tarea más complicada era la enfundar y desenfundar los dos helicópteros que estaban en operaciones.
Todavía no existía el hangar, así que los helicópteros permanecían a la intemperie, por lo cual debían ser “trincados”, es decir, fijados al piso con unos cabes de acero para que no se lo lleve un temporal. Y enfundarlos y desenfundarlos con lonas…
Una cosa fue la práctica en Morón en una tibia primavera y con ropa liviana… Y otra cosa totalmente distinta fue en la Antártida, con temperaturas y vientos del demonio y con esa ropa polar que nos proveía la movilidad y la dinámica de un traje de buzo o de astronauta…
Ni que hablar de la fundas para cubrir los helicópteros... que tenían un sinfín de muy simpáticas "argollitas", por donde teníamos que pasar unas no menos rutilantes "soguitas", cuyas puntas invariablemente se desflecaban.... La mayor parte de las veces no quedaba otra que cumplir la tarea con bajísima sensación térmica y vientos poco amigables lo que implicaba una tarea claramente IMPOSIBLE con guantes térmicos y encima gruesos mitones...
Las palas del rotor principal eran relativamente fáciles de colocar.
La cabina también.
Pero el cono de cola y el rotor de cola…. Dios… el cono de cola y el rotor de cola...
Después no vi que se usaran más, pero al menos en esa campaña los helicópteros estaban dotados de pontones flotadores, lo que los elevaba no menos de 1 metro de la altura normal y con la que habíamos practicado en Morón.
Para empezar, no teníamos escalera… así que usábamos tambores de combustible vacíos, que siempre quedaba un poco de fluido y obviamente patinaban…
Luego, agarrado de la luz de posición posterior del Bell 212 y haciendo acrobáticos malabares con ese traje y esas botas lograba subir al patín de cola para colocar esas benditas fundas al cono y al rotor posterior.
Los días en que después de una operación se levantaba mal tiempo era realmente un calvario
Para alistar los helicópteros nos levantábamos a las 6 de la mañana o más temprano, los desenfundábamos, empezábamos con la tarea de “descontaminación de hielo y nieve” con una manguera conectada a una turbina, le cargábamos combustible con una bomba manual (saqué buenos bíceps en es período!) y a último momento lo “destrincabamos”
Luego de eso un abundante y reconfortante desayuno!
Nota: antes de salir, siempre en ayunas (el comedor abría las 7 am) habitualmente comíamos un par de barras de chocolate y alguna vez, cuando hacía muuuuucho frío, lo acompañábamos con un trago de alguna bebida “espirituosa”, para enfrentar el frio exterior con mejor espíritu!
Los descubrimientos
En esas excursiones tipo mini expediciones que hacíamos cada tanto, podíamos encontrar amonites y hasta madera petrificada
Pero lo más excitante fue la algarabía que reinaba entre los investigadores por el descubrimiento de los restos de lo que resultó ser un Plesiosaurio, un bicho anfibio de 70 millones de años.
Una de las tareas que teníamos los soldaditos era asistir logísticamente a los investigadores científicos: Rinaldi, Del Valle, Svarka y otros, así que nos permitimos sentirnos “parte” del equipo y habilitados para el festejo!
Sin duda las largas sobremesas con los científicos tuvieron un efecto "iniciático" en mí, que me permitieron descubrir y entender el porqué de tanto interés en el "continente helado" por parte de la comunidad mundial (en particular las grandes potencias)
Y fueron responsables de despertarme desde muy temprana edad hasta el presente un profundo interés por temas geopolíticos y en particular por el frustrado y frustrante objetivo de consolidar a Tierra del Fuego como líder mundial en materia de soporte científico, académico y logístico para la comunidad internacional...
Salvo muy honrosas excepciones y esfuerzos, tal fallido hay que cargarlo a quienes no sólo parecen estar conformes con el irrelevante papel al que hemos descendido en las últimas dos décadas como "Puerta de entrada a la Antártida", sino que además, con el reemplazo del proyecto provincial (Área Antártica Internacional de Ushuaia de 1993) por un polo logístico de naturaleza castrense (nuevo proyecto de "Base Naval Integrada") se están asegurando de bloquear toda posibilidad de revertir tan inconveniente situación, dado que a nadie escapa que difícilmente pueda encontrarse programas científicos/logísticos internacionales que desvivan por operar bajo "el instrumento militar de las Fuerzas Armadas" de otro país, tal como dispone textualmente el Decreto Nacional 2645/14. Más teniendo otras alternativas -en el vecindario- (...) con criterios un poco más evolucionados y conectados con las realidades y desafíos que nos depara lo que resta del siglo XXI...